viernes, 3 de agosto de 2007

INTRODUCCIÓN

No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo. Siglo XVI






La santidad no es una parte de ti: Tú eres todo santidad.

Tú eres la santidad misma.

Tú eres el agua de la vida. Pero, como el agua, tú no eres aislado. Tú, únicamente eres en unión con tus semejantes, con todos los seres.

De esta manera, tú eres santo y santas son todas las personas que te rodean, todas las personas que conoces. Y todas las personas que no conoces, también.

La santidad, como el agua, es una y está en todas partes.

Así, pues, sonríe.

Y mira a tu hermano. Coge su mano. Bésala con el calor de tu corazón y con la decisión de tu amor.

Apriétala.

Entrégate a ser él, puesto que él anhela fundirse en ti.

Unidos sois luz y el agua de la vida.

Y ya no sois dos, ni diez, ni mil. Sois Uno, pues Uno es el Amor.

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